No importa de dónde venga la palabra, si es de origen indígena o un galicismo o si ya se usaba en tiempos coloniales o a finales del siglo XIX: el mariachi es, por mucho, el género musical más representativo de nuestro país y una de las razones por las que nos conocen en todo el mundo.
Como tantas otras cosas que representan la mexicanidad, fue creado ex-profeso (o al menos, modificado de su formación original). No obstante, eso no le resta belleza ni importancia.
Nos representa, sí. Es un símbolo de esta bendita tierra.
Y es razón de enorgullecerse.
(A mí siempre se me enchina la piel cuando comienzan a tocar…)
Y es festivo y alegre, pero también taciturno y desconsolador, tal vez como reflejo de nuestro carácter melodramático.
Encierra en cada canción esperanza, tristeza, desamor, consuelo, felicidad, pasión, enamoramiento, soledad, tragedia y comedia.
Es el todo y la nada de los mexicanos.
Por eso es que en festejos como los septembrinos lo escuchamos, pero también está presente en bodas, velorios y serenatas.
Es inicio y fin de nuestros ciclos, es el pretexto que tenemos para reír, para llorar, para tomar, para bailar.
Sus acordes corren por nuestras venas.
Su sonido nos es familiar desde la cuna.
No es gratuito que sea Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad…
¡Viva México!
Publicado originalmente en Área de No Leer, revista digital, septiembre 15 de 2016.
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