Fue en diciembre de 1914 cuando las tropas de la Convención, integradas por los ejércitos zapatista y villista, tomaron la capital para sentar (literalmente) en la silla presidencial a Eulalio Gutiérrez. La guerra civil había dividido a los revolucionarios y se habían formado dos gobiernos, el presidido por Gutiérrez y otro más, en Veracruz, a cuya cabeza se encontraba Venustiano Carranza.
Se decía en esos días que las tropas convencionistas harían desmán y medio en la Ciudad de México: nada más alejado de la realidad. Lo cierto es que, en general, su estadía fue bastante tranquila. Fueron los días en que Emiliano Zapata entró al Jockey Club y pidió que se diera de comer a sus tropas y aquellos en los que Pancho Villa se maravilló con los movimientos (y las coplas) sugerentes de María Conesa, la tiple más famosa de México, que se presentaba con éxito en el Teatro Principal. Fueron los días de la famosa foto de los caudillos populares sentados en la silla presidencial a su llegada a Palacio Nacional (aunque, cabe aclarar, que fue sólo el norteño el que se atrevió a hacerlo, quizás por molestar, quizás por ver qué se sentía). En esos días también la calle de Plateros sería rebautizada y un tocayo de Villa, Madero, sería inmortalizado en la vía más famosa (y la más concurrida) del país.
Y cuando el general Villa se le ocurrió departir alegremente con su estado mayor en La Ópera, uno de los cafés-restaurantes más famosos de la época, tuvo la puntada de sacar la pistola y soltar un tiro al aire. Afortunados, debo decir, fueron los dueños del lugar, pues esa nimiedad le ha dado al sitio una fama tal que, más de cien años después, sigue siendo visitado por esa razón. Un sinnúmero de turistas nacionales y extranjeros caminan por la calle del Cinco de Mayo y se detienen en la esquina con Filomeno Mata para asomarse a ese local donde se detuvo el tiempo y donde alguna vez, por la razón que sea, el Centauro del Norte disparó su pistola.
¿Es demasiado banal recordar un lugar por un detalle apenas significativo? Yo creo que no. Yo creo que es necesario, en todo caso, recordar eso y más, guardar memoria de un detalle, de muchos, de todo aquello que conforma nuestra Historia, pues el pasado no sólo está compuesto de las grandes acciones y las cruentas batallas: está conformado, también, de esas minucias que nos hacen ser como somos.
Publicado originalmente en Excélsior (digital), Julio 12 de 2017
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