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Foto del escritorLeopoldo Silberman

El otro Félix Díaz

Cuando su padre murió ajusticiado en Juchitán, él tenía apenas cuatro años de edad.

Félix Díaz Prieto, el hijo del Chato, nació en 1868 en la ciudad de Oaxaca. Al haber quedado huérfano, creció bajo el amparo y la protección de su tío Porfirio, quien apenas cuatro años después de la muerte del Chato habría de ocupar la silla presidencial por un largo, larguísimo periodo.

Félix, el “sobrino de su tío” (como habría de ser apodado más tarde) estudió en el Colegio Militar para más tarde servir en el Estado Mayor Presidencial y fungir como cónsul mexicano en Chile. A su regreso, fue jefe de la Policía de la Ciudad de México.

Y aunque en las urnas, en la contienda por la gubernatura de Oaxaca, fue vencido por el hijo del Benemérito, Benito Juárez Maza, alcanzó en el ejército el grado de general brigadier, mismo que tenía cuando solicitó su baja de las fuerzas armadas al llegar a la presidencia Francisco I. Madero.

El crecer bajo la sombra de Porfirio Díaz no debió ser fácil, pues los comparativos siempre habrían de estar a la orden del día. De ahí que, al encontrar una oportunidad de distinguirse, Félix no dudó en aprovecharla. Fue así que no dudó en levantarse en armas en Veracruz contra el gobierno establecido y, pese a ser vencido, conservó la vida puesto que Madero conmutó la pena por una cadena perpetua. Craso error el de don Panchito: el 9 de febrero de 1913, las tropas del general Manuel Mondragón liberan al ex ministro de la Guerra porfiriano, Bernardo Reyes, de su encarcelamiento en Tlatelolco y a Félix Díaz de la cárcel de Belén e intentan tomar el Palacio Nacional. Al no lograrlo (y tras el deceso de Reyes), Mondragón y Díaz se apoderarán de la Ciudadela donde establecerán su cuartel militar.

El pacto que firmarían con el general que los combatía, Victoriano Huerta, habría de sellar la suerte de don Francisco Madero y de José María Pino Suárez. El traidor Huerta tomó preso en el restaurante Gambrinus al hermano del presidente, Gustavo Madero y lo mandó con sus hombres a la Ciudadela al tiempo que él mismo aprehendía al presidente y al vicepresidente. Los hombres de Manuel Mondragón y Félix Díaz torturaron a don Gustavo hasta asesinarlo, mofándose de él, arrancándole las ropas, sacándole el único ojo que tenía y finalmente disparando una y otra vez sobre su cuerpo suplicante. Ahí, tirado a un lado de la estatua de José María Morelos yacía don Gustavo. Y Félix Díaz, el sobrino de su tío, aquel cuyo padre sufrió una muerte terrible a manos de los juchitecos, no haría nada para impedirlo.

El usurpador Huerta lo mandó al exilio, a Japón, en una “misión diplomática”. Y aunque años después regresaría a luchar contra las fuerzas carrancistas, lo cierto es que el olvido fue el verdadero precio que pagó Félix Díaz (este Felix) por sus acciones.

Murió en Veracruz en 1945, apenas cuatro años después de haber regresado a su patria.

Publicado originalmente en Excélsior (digital), Octubre 4 de 2017.



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